Wednesday, January 18, 2012

La cabellera en Pedro Salinas


Esa que es grito y salto,
profesora de excesos,
modelo de arrebatos,
desatada bacante
que lleva el pelo suelto
para inquietar los aires,
esa
envidia de torrentes,
ejemplo de huracanes (···)

(Largo Lamento, [1])

Como apunta el ensayo de Erika Bornay, la cabellera (especialmente la de la mujer, como imagen del acto de cuidarla en ritos o ceremonias) ha sido desde hace siglos un símbolo erótico polivalente, que tanto alude a la fuerza vital humana y femenina como activa el subconsciente masculino en su recuerdo del pubis de la mujer o representa el control de ésta sobre el sexo opuesto. La cabellera de la mujer es un recurso que ha sid utilizado incontables veces por autores alrededor del mundo en todas las disciplinas artísticas: la literatura no es una excepción.
En la obra de Salinas encontramos alusiones y descripciones del cabello de muchas de las figuras femeninas (tanto personificaciones como lo que podemos suponer una amada real), y éste elemento enriquece y matiza la descripción al tiempo que añade significación y constituye un recurso dentro de un recurso: no sólo el cabello es importante en cuanto a color o textura, sino a la manera de llevarlo o cómo vuela, creando figuras evocadoras de sentimientos distintos a los que priman en el poema o reforzando la idea principal. Los usos del cabello en la poesía de Salinas sirven también para el establecimiento de vínculos con otros poetas, en lo cual también recuerda la intención pedagógica de la generación del 27 y desde luego deja patente la gran formación cultural y conocimiento literario del autor (que era, además, profesor). El cabello deja de ser otra parte del cuerpo para hacerse un lugar propio, una especie de discreto valor independiente que no sólo embellece a la mujer sino que es también instrumento y sensualidad: el poeta no sólo se acuerda de la mujer por sí misma, sino de los detalles que la componen (sus curvas, el brillo de su mirada – o su cabello.) A pesar de que venga de lejos esta función del cabello como recordatorio de la amada (por ejemplo, en la Inglaterra del siglo XIII era común que los amantes llevaran un rizo del pelo de la mujer prendido en un anillo o un colgante, mientras que, curiosamente, las mujeres se contentaban con llevar un pequeño retrato colgado), Salinas le da una nueva dimensión a la tradición al convertirla en parte de este entramado de conexiones universal, que alcanza todas las épocas y lugares.
A pesar de esto, la referencia a la cabellera de la mujer no siempre es clara y directa. De hecho, podría parecer que hay en parte de los poemas de Salinas una evasión reiterada e intencionada al tema. En el poema séptimo de Largo lamento, por ejemplo, nos habla de cómo la mujer le da la espalda, se la vuelve; no hay ninguna mención al cabello de la misma a pesar de que, siendo característicos los cabellos largos de la mujer como icono o símbolo, habría sido un recurso fácil de explotar que hubiese resultado incluso más coherente mencionar que eludir. Sin embargo parece que la “facilidad” en lo que a impresiones se refiere no es a lo que aspira Salinas: su poesía, que sabemos (y parece saberse) elaborada y estudiadada, destaca tanto por todo lo que incluye como por lo que decide omitir (lo cual, inevitablemente, lleva al lector a pensar también en lo omitido, como una “red de lo no relacionado”). Es todo una especie de juego con el lector que le lleva a crear él mismo sus propios significados, confundiendo quizá la intención del poeta con su simbología, pero, finalmente, haciendo lo que la generación del 27 quería conseguir con su poesía: que el lector creara y que que el lector aprendiera.

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